SALTODEPORTIVO

viernes, 17 de abril de 2009

El famoso "No Se Puede" cobra más víctimas: La LUB.

Martín Osimani y el “colo”  Wolkowisky en pase tardío al básquetbol del Baloncesto Superior Nacional de Puerto Rico, concretamente al San Germán.

Según la reglamentación uruguaya, por lo menos la que está hoy porque eso va cambiando en meses apenas, este pedido de pase luego de una determinada fecha de abril, es el equivalente a pedir pase en esta temporada, por lo cual no se puede volver a pedir para la Liga Uruguaya. ¿Quién establece esa reglamentación? La FUBB uruguaya que sigue aplicando criterios amateuristas a su competencia pretendidamente profesional. ¿Alguien puede explicarme esta absurda reglamentación, pergeñada por devotos del “no se puede”? Es usual en el mundo que las competencias profesionales se manejen por el registro de contratos a término, dejando para las federaciones regionales o nacionales, el manejo de transfers, pases internacionales, interligas, inter provinciales o interdepartamentales, etc. ¿Cuál es la función de las organizaciones federativas en esto? Simplemente recaudar para poder llevar adelante el trabajo que deben hacer, ya que otros no lo harán: el fomento del básquetbol infantil, estudiantil, social y amateur.

Al mismo tiempo financiar las selecciones nacionales y los planes de desarrollo que serán más realizables si la otra organización, la competencia profesional, crece y se potencia con la mayor y mejor cantidad de jugadores posible. Es así que las ligas se manejan en forma interna con las contrataciones estableciendo sus propios procedimientos, casi sin limitación alguna de posibilidades; se busca mejorar todos los equipos intentando que todos los jugadores "puedan"(aquí es al “vesre” con el “no se puede”).  

¿Desconocen a las Federaciones Nacionales? Por el contrario, pagan todos los aranceles de pase que estas fijan. Se da el caso de pases dobles y triples dentro de una misma competencia (en Europa o Argentina por ejemplo), que son pagados religiosamente cada vez que se producen. La Liga se potencia y la Federación respectiva recauda 3 veces o más con el mismo jugador en pocos meses.

Este criterio que parece tan sencillo horrorizaría a cualquier reunión habitual de 30 tipos en el viejo y glorioso local de la FUBB de la calle Canelones en Montevideo.

Es  que el manejo supuestamente “federacionista” que supone un interés supremo de los votos de clubes que han instaurado estos regímenes de pases, logra para el ejemplo de este caso concreto, que la Liga Uruguaya de Básquetbol se auto prohíba contar con jugadores de la talla de Martín Osimani, el base de la Selección Uruguaya, y de un extranjero medalla de oro olímpico, de plata mundialista y además probadamente buen tipo y profesional. En su lugar habrá que hacer una prueba con un desconocido en lo personal y seguramente imposible de igualar los lauros profesionales de Rubén (está ahí bien puesto el tilde porque es argentino).

Y el caso de Osimani me recuerda que esta reglamentación, la última vuelta de tuerca que se le adosó para mantener el criterio de siempre, basado en aquel amateurismo que prohibía terminante los cambios de clubes (todo lo que se acercara a ello era sospechado de la más alta corrupción posible en el deporte: que le compraran los muebles para el casamiento o que le consiguieran un trabajo al jugador efímero en su carrera deportiva), fue la que se utilizó cuando Paysandú BBC lo contrató y le hizo firmar en su condición de jugador libre, luego de 6 años que no registraba actividad en club alguno del mundo.     Tanta ingenuidad conmueve, si no fuera que hace tanto daño a un básquetbol nuevamente moribundo en sus estructuras, que no ha escarmentado del aviso de las temporadas 2002 y  2003. Recuerdo que el pase fue solicitado como toda la vida lo hicieron aquellos que dejaban dos años sin jugar para ser habilitados (ej: Oscar Moglia a Macabi, como Omar Arrestia y Daniel Borroni y todos los jugadores de la historia del Uruguay excepto Osimani). Primero la Gerencia no quería aceptar el formulario de pase. Después debió aceptarlo pero lo cajonearon un mes. Y luego pasó a una Comisión de “Reglamentos” de las que todos conocemos. Las presiones van por todas las vías y es difícil mirarse la cara después de una resolución en contrario, con los colegas delegados, que lo fueron antes y lo serán nuevamente en el futuro.

Una argucia, ni siquiera reglamentaria sino absurda del tipo de  “me encontré una moto tirada en la vereda y me la llevo porque la “encontré” fue la utilizada en la ocasión por aquella comisión que resolvía el tema.

Ante mi argumentación en oportunidad de una cena casual, uno de quienes decidieron me dijo: es así de absurdo pero nosotros no estamos para interpretar el reglamento sino para aplicarlo tal cual está escrito y nada impide que el club lo retenga.

Historia de Martín Osimani que revela además lo que yo creo que es la más grande debilidad del sistema de básquetbol uruguayo: le estaba sucediendo a un jugador pero los jugadores miraban para otro lado. Es que quien contrata más caro en este país no puede ser desairado por los selectos grupos de jugadores, los menos, que pueden terminar en esos clubes. Es que siempre son muy pocos esos clubes.

¿Podrá Osimani volver este año a intentar que se mueva el reglamento para todos lados con nombre propio? Es probable.

Lo que parece menos probable es que los jugadores se junten en pos de reglamentaciones que defiendan a los más, a la mayoría de ellos. Y eso se defiende mejorando el básquetbol, copiando y adaptando lo bueno que ya está inventado en el resto del mundo. En el Federativo y en el de las Ligas Profesionales.

Dicen que en Uruguay todo tarda más pero llega. Yo en este tema estoy perdiendo las esperanzas. 

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