SALTODEPORTIVO

domingo, 15 de marzo de 2009

Se fue un Grande


Y en su época era grandísimo. Pero además jugaba. Vino de Salto a ese Sporting de vanguardia para aquella época al que el Cr Damiani trajo a  "el Mago" Rivas. Jugaba la Copa de Navidad que hasta nuestros días se organiza en España por parte del Real Madrid. En aquella época no había grandes, mejor dicho no los había de físico porque vaya si hubo grandes  en la historia de nuestro básquetbol, el uruguayo y el salteño. Pero Omar no explotaba. Era de esos que tienen tendencia a engordar, cierta parsimonia en los desplazamientos y poca exhuberancia en cuanto a los efectos visuales que el jugador genera en el espectador. Ligó un poco de Kanela, pero no era "y su Barakutanga" sino que nos referimos al entrenador europeo que recaló en Brasil y allí dirigió incluso la selección verdeamarelha de Ubiratan, Amaury Dos Pazos y Mosquito, entre otros, muchos otros.
Y también vino a Sporting. Ahí empezó el trabajo de Omar con respeto por los entrenadores de enjundia. Ligó en su pase a Hebraica Macabi porque conoció a Bassaiztegui. Don Héctor era un ingeniero de ANCAP, con pasión por el básquetbol y contactos en EEUU. Es que era de religión Mormón. Y se formó en esa escuela, incluso como entrenador. Omar le veía la punta a los trabajos individuales y al aprendizaje a partir de los fundamentos, sacando ventaja de su estatura al manejar también cuatro o cinco diferentes pasos cruzados y un carácter indomable para aplicar siempre lo que convenía para ganar. En lo individual y también en lo colectivo. Era fuerte, ancho de base y vocacional del rebote defensivo. Pero además fue aprendiendo a marcar y a generar situaciones de defensa colectiva. Y lo fundamental era su tiro casi infalible, con todos los requisitos previos para poder sacarlo en cualquier circunstancia y bajo todo tipo de presiones. Cuando pasaba al ataque sufría del mal del básquetbol uruguayo: falta de costumbre de jugar para un grande; ¡si hasta estuvieron prohibidos en las canchas durante años!  El hombre se llevó entonces a Borroni, un tirador excepcional pero también un gran pasador. Y convenció a Benito de que fuera al rebote, cortinara y corriera a defender al mejor grande de los otros equipos. Y a Rodolfo Kaminietsky y Armando Goldin los transformó en luchadores por una defensa colectiva que emergía como nueva en el medio, pero además fueron mejorando a su alrededor hasta terminar incluso con algunos goles. Su magnetismo fue luego a Peñarol donde cumplió su tercer gran ciclo montevideano. Era sinónimo de pelear el campeonato en cualquier lado pero con Peñarol se transformó en sinónimo de ganarlo. Es que a todo lo que describimos en su juego más arriba agregaba un plus: "el fuego sagrado". Ese que llega a algunos y no se sabe muy bien porqué no a la mayoría. El de recibir la última y meterla, el de marcar al que tira la última y recuperarla. El de razonar desde adentro de la cancha mucho más rápido que su coach y sus rivales, organizar a sus compañeros y decidir una forma de tomar las últimas decisiones; por supuesto que asumiendo la responsabilidad mayor sobre sus hombros. Debe haber errado alguno pero yo no recuerdo haberlo visto tirar libres importantes afuera. Incluso jugando para Uruguay, cuando logró recuperar la posibilidad de ganar títulos sudamericanos de selección. También lo hizo a nivel clubes y en la Williams Jones. Hasta que fue contratado por el Ing. Mancini de Obras Sanitarias (sí, sí, el papá de Raquel Mancini) que había formado el equipo que llegó a ganar una Williams Jones, en aquel entonces como un mundial de clubes. 
Nos remitimos al jugador, porque en Uruguay siempre hay "peros" relacionados con el afuera de la cancha. "Yo creo que trataba mal a los compañeros", "no defendía", "se las tiraba todas",  "salía de noche", todas caras múltiples de una impotencia para enfrentarlo desde aquellos equipos que eran de barrio y lo consideraban "profesional". Pero el Chumbo era un fenómeno y marcó una época ganadora en nuestro básquetbol y para nuestro básquetbol. De lo otro no creo que debamos seguir opinando, aunque si sirve puedo comentar que en Macabi mis amigos lo adoraron y lo adoran. Se preocuparon hasta el último instante por su salud y recuperación. También un gran referente mío en lo personal aunque también en lo basquetbolístico como es el Gitano Nelson Iglesia lo consideró siempre un amigo de su pasaje por Peñarol. Y un fenómeno. 
Hoy me avisaron lo que se estaba esperando hace ya un tiempo. No era su amigo pero tuve siempre un trato cordial. Me distinguió con sus críticas más feroces. Lo cual agradezco desde mi admiración por el jugador y por la figura que fue de nuestro básquetbol. 
Yo vivo en Salto pero no conozco su desarrollo aquí, por eso escribo de lo que conozco. Aunque prometo averiguar mucho para la segunda nota que se merece el Chumbo salteño. 
Sonó la bocina y terminó un partido que, nos parece, le han "afanado" en el reloj de la vida. Pero la flaca fría lo quiso marcar y él igual le tiró la última pelota. 
La metió como siempre.        
      

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