El Profesor gana en Méjico y sigue preocupado por nuestro Básquetbol

Por la importancia y jerarquía de la opinión vertida por el Profesor Alberto Espasandín consideramos oportuno publicar su comentario como una entrada independiente para enriquecer el debate.

Estimado Javier:
En primer lugar debo felicitarte por esta iniciativa de expresar y compartir opiniones relativas a la marcha de nuestro querido deporte y promover la participación de los que nos sentimos comprometidos con su crecimiento y desarrollo. El siguiente es un comentario sobre tu artículo que denominas “Por una liga profesional” que publicaras el pasado 24 de febrero.
Las personas que estamos vinculados al Básquetbol, ya sea como jugadores, entrenadores, árbitros, dirigentes, periodistas o aficionados en general, tenemos visiones diferentes sobre los distintos factores que “hacen” al Básquetbol nuestro de todos los días. Esos puntos de vista están teñidos por nuestras experiencias personales, nuestros niveles de conocimientos específicos sobre el deporte, los conocimientos sobre otros aspectos técnicos o científicos de nuestras actividades particulares que transferimos de alguna manera hacia el deporte y también, de aspectos emocionales o afectivos que de ninguna manera podemos considerar de menor importancia.
Desde que, por fin, se quebró ese larguísimo letargo en que había caído el Básquetbol nacional desde la culminación de la presidencia de Don Alberto Rosello y se comenzó a pensar una forma de organización diferente para nuestras competencias y a pensar en romper el tradicional centralismo característico de todas las manifestaciones de la sociedad uruguaya (en la política, en la economía, en la cultura, en el arte, en la educación, en los deportes), desde todas partes han surgido opiniones (muchas de ellas respondiendo a intereses absolutamente personales), a favor o en contra de esas iniciativas. Es tan obvia la necesidad de integrar a la región del país que cuenta con la mitad de su población y que históricamente ha permanecido ajena de la alta competencia o de la competencia profesional, en todo proyecto de desarrollo deportivo que, algunos, disfrazaron su apoyo con opiniones contradictorias y agregando siempre un “sí, pero…” al que seguía una serie de afirmaciones que respondían al slogan que más daño hace a las organizaciones y a todo intento de cambio: “siempre se hizo así”.
En un momento de nuestra historia en que los cambios se suceden de manera tan acelerada, en todos los órdenes, no podemos detenernos a confrontar con aquellos que prefieren sentarse en la puerta de sus casas a “esperar la carroza”. Me preocupa, en cambio, lo que nos cuesta a las personas que con sincero interés en el bien común, en nuestro caso, el desarrollo del Básquetbol nacional, ponernos de acuerdo con algunos lineamientos generales que nos conduzcan a nuestra imagen objetivo: un deporte profesional organizado en diferentes niveles en cada ciudad del país que sirva verdaderamente para el surgimiento y desarrollo sostenible en el tiempo de gran cantidad de jugadores de Básquetbol.
La primera tarea previa a la diagramación de un plan estratégico, es definir claramente hacia dónde queremos llegar. Parafraseando a Saint Exupery, si no sabemos a dónde nos dirigimos, da igual que tomemos cualquier camino. Parecería que esa definición primigenia nos cuesta demasiado y entonces, todo lo que se intente a partir de ese estado de indefinición tendrá inexorablemente idas y venidas, marchas y contramarchas. Esto será así a nivel general de las autoridades del Básquetbol nacional como así también de las probables instituciones interesadas en participar en la próxima liga. De nada servirá tomar decisiones relativas a la forma de disputa de la próxima Liga Uruguaya de Básquetbol 2009 – 2010, porque creo que en el fondo no todos los interlocutores asumen una misma imagen objetivo o visión para hablar en términos empresariales y si de planificación estratégica se habla.
No me caben dudas que muchas (por no decir todas) de las instituciones que han participado en estas primeras ediciones de la Liga Uruguaya de Básquetbol no lo han hecho con la visión que he escrito en negrita más arriba, sino que lo han hecho con el único objetivo de ganar hoy y si fuera posible, ayer. Como la posibilidad de ganar la Liga es de 1 dividido N (N = cantidad de equipos participantes) el resultado será de N menos 1 instituciones frustradas por no haber alcanzado el verdadero objetivo que se plantearon. Como buenos uruguayos, desconocemos de qué se trata la planificación a largo plazo.
El tema de la municipalización del deporte surge como consecuencia de la crisis en que cayó el fenómeno clubista. Este modelo de organización y desarrollo deportivo al estilo inglés que adoptó el deporte uruguayo desde comienzos del siglo XX, a diferencia del modelo norteamericano y del Caribe (desarrollo del deporte dentro del sistema educativo), tuvo su auge hacia mediados de siglo con el aporte gubernamental a través de los famosos Convenios de Obras Públicas, cuestionable desde diversos puntos de vista (son conocidos los casos de malversación de esos fondos públicos y de gastos derivados hacia otros fines que no tuvieron nada que ver con los de una “obra pública”). El deterioro e incluso la desaparición de numerosos clubes deportivos tanto en Montevideo como en ciudades del interior del país, llevó, entre otras múltiples causas (cambios de estilo de vida, crisis económica, falta de formación de líderes voluntarios sobre los que se apoya el trabajo en los clubes, más cercano en el tiempo el surgimiento de gimnasios particulares, etc.) a que las Intendencias Municipales fueran ocupando esos lugares abandonados por los clubes a través de las escuelas municipales. El fenómeno clubista admitiría un tratado completo de historia uruguaya imposible de desarrollar en este breve espacio. En el primer capítulo de ese tratado habría que hablar de su surgimiento y del famoso caciquismo oriental, más charrúa que nuestra garra: hoy nos peleamos con los dirigentes de nuestro club y mañana fundamos un club a dos cuadras…
Por todo ello, pienso que no se trata de un problema de quienes organizan la competencia, si ésta es organizada por los clubes, o la federación, o una asociación de clubes o la mayor o menor participación de las intendencias municipales en los proyectos individuales. Creo, en cambio, que se debe a la falta de proyectos verdaderamente sustentables. Contamos en el deporte uruguayo con muchos dirigentes que son exitosos hombres de empresa en los distintos ramos de la industria y el comercio en el país. A ninguno de ellos se le ocurriría realizar un emprendimiento comercial o industrial si el éxito del mismo dependiera únicamente de llegar, sí o sí, a ser el número 1 en su ramo en todo el país. Y eso en el primer año de iniciado el mismo.
No me gusta separar a los clubes de Montevideo y del Interior o del Interior y Montevideo porque ambos presentan los mismos problemas y las mismas debilidades. Tampoco quiero desconocer todo lo bueno que han hecho los clubes en la historia del deporte en nuestro país. Tanto tú como yo, le debemos gran parte de lo que somos como personas y como profesionales a dos instituciones barriales de la capital. Tampoco quiero desconocer el egoísmo de algunos clubes capitalinos que no responde a otra cosa que al mismo objetivo inmediatista y pequeño que comparte la mayoría y al que hacíamos referencia en esta nota, por medio del cual cada uno trata de sacar sus propias ventajas. ¿Y el interés común?
Un abrazo,
Alberto Espasandín